Agujero Negro


Cuando Didier Letomy tomó el Sand Wedge profanando la sagrada arena del fatídico 17 th hole de St Andrews con las rosetas de su calzado, 29 años de vida pasaron frente a sus ojos como un flash.

Hijo de madre cocinera y padre desconocido, nació casi a hurtadillas en los albores del ’50, para terminar de complicar el presente de una madre sola y trabajadora y colmar de estrellas el futuro de ambos.
De infancia feliz y módica, correteaba praderas en la campiña Francesa mientras su madre buscaba el sustento sin cesar. Juntos, fueron formando una sociedad inoxidable que no sabía de fisuras, y el pequeño Didier casi sin saberlo se encontró un día golpeando nueces con una rama de Cedro.


El futuro cambiaría sus palos y su grip, pero nada podría quitar al golf de la mente de este niño, ni siquiera el asombro de su madre, cuyo único acercamiento al mundillo del deporte había sido cocinar un temporada para Peter Abrahams, -el célebre multicampeón Escocés, ganador de 5 “grandes”, durante sus breves vacaciones en Francia.
A los 11 años, Didier logró una beca para tomar clases de golf en la Academia de Saint Etiéne, a los 14 ganó el Nacional de talentos Juveniles, y a los 21 comenzó su carrera profesional con la ilusión de colocarse entre el puñado de elegidos que pasean su talento por los mas célebres campos del mundo.
Su carrera fue mas bien despareja, sin éxitos rutilantes pero con actuaciones dignas que iban acercándolo al mundo del golf grande, y alejándolo junto a su madre, de esa vida de privaciones y austeridad.
Con el tercer puesto en Ander, ella tuvo su primer lavarropas y su segundo televisor.
Cuando llegó al triunfo en el Abierto de Macedonia, la primera casa propia y mucho llanto abrazados. Juntos habían logrado torcer un destino que parecía escrito en granito y cincel.

Cuando ella le contó lo de Abrahams, el pequeño Didier abrió sus ojos grandes, como imaginando a su ídolo tan cerca suyo y a la vez tan lejos, (en verdad, cuando Abrahams degustaba el Foie de Grass que preparaba Elene, Didier ni siquiera había nacido).
Pero volvamos al 17 th….

Edd Layer, llevaba 3 golpes de ventaja al finalizar el 16 de la increíble final de aquel Abierto Británico de 1979, el día que los corazones franceses se detuvieron un instante.
El fatídico 17 th, el “Road Hole” le pidió 6 de sus mejores golpes para saldar un par 4, y Didier que venía con un Drive tremendo y un exquisito hierro 3, envió la bola hasta las proximidades del green, pero fue virtualmente “tragada” por el increíble y mítico bunker, el mas famoso del mundo donde mueren los sueños.
Sueños de toda una existencia que rodaron mansamente por la arena y frenaron abruptamente contra el barranco, ese auténtico precipicio de casi 2 metros
Ahora, entre el sueño y Didier se interponía un muro inexpugnable y solo contaba para franquearlo un simple sand wedge, su palo mas difícil, aquel que tantos disgustos le dió en su carrera y que jamás deseaba sacar de la bolsa…..
Layer volvió a respirar. Elene, su madre, estrujaba un pañuelo perfumado entre sus dedos crispados, conciente de cuánto ponía en juego Didier en esa bola caprichosa, esquiva, casi enterrada contra la muralla que abría las puertas de la gloria.
Cuando llegó al tope del backswing, supo que no saldría.
El palo salió disparado con decisión, buscando furiosamente engullir arena bajo su suela
y una explosión ocre fue devuelta caprichosamente por el viento a la cara de Didier, impidiéndole ver de inmediato cómo su bola ascendía mágicamente hacia el cielo de los grandes, y rodaba mansa por la verde grama.
¿Cuánta gente contuvo la respiración durante esos tres segundos?, nadie lo sabrá seguramente, pero cuando el hoyo abrió sus caprichosas fauces al milagro, una multitud estalló en cerrada ovación y las piernas de Didier temblaron como nunca lo habían hecho.
El inolvidable birdie contra el previsible doble boggie de Layer, pusieron las cosas empatadas en el 18, y de ahí en mas, Didier Letomy resolvió como un trámite su recordado logro con tintes de hazaña al obtener el Abierto Britanico de 1979.

Fue durante el cocktail de agasajo al ganador, exactamente después de la felicitación del Rector de la Universidad de St Andrews, cuando se acercó esa distinguida mujer enfundada en un elegante vestido azul, que extendió su mano y dijo:

-Joven, mis felicitaciones por su brillante actuación. Quisiera hablar un momento con usted, en un apartado. Soy Bethey, hija de su admirado Abraham.

Didier respondió al saludo complacido, agradeció la invitación y aceptó el convite.
Una vez sentados, la voz grave de Bethey dio paso a un relato, donde reveló al joven un secreto:

-Lo que voy a contarle, lo sabe solo un puñado de gente en todo el mundo; mi familia, y los mas antiguos miembros de St Andrews.
La última voluntad de mi padre, fue la de ser incinerado, y sus cenizas arrojadas a las arenas del “Road Hole”, allí donde definió sus dos triunfos en esta cancha que tanto amaba.
Por eso ayer, cuando lo ví allí, definir de esa manera, me estremecí

Didier creyó que era momento de su confesión y respondió:

-Pues también yo tengo una anécdota que contarle, y muy pocos saben.
Mi madre fue cocinera de su padre durante unas vacaciones en Francia, y él adoraba su Foié de Grass.

La joven se mostró asombrada por la extraordinaria coincidencia: la madre del flamante rey de St Andrews cocinera de su padre…..

La vida profesional de Didier Letomy, siguió sin pena ni gloria, y el resonante triunfo en el Abierto fue su único y último logro en el Golf grande.
Su mamá Bethey, falleció 6 años después y se llevo de este mundo, -demás de una vida de Cenicienta con un hijo Príncipe- el mas grande de sus secretos.
Se llevó a la tumba el nombre del padre de Didier, aquel extraordinario deportista que amaba su Foié de Grass, e hizo al joven Letomy el único e inolvidable regalo que lo acompañó el resto de sus días….desde las oscuras arenas del “Road Hole”….

Sand Wich