Abrazo de golf...


Se hizo un desafío Boca-River. Hoyo a hoyo, ganó la precisión del Millo: 14-16 en golpes.
No hay caños de Buonanotte ni suelazos de Banega. Hay putters. Y birdies. Las tarjetas, más que amarillas o rojas, se usan para anotar los golpes que demanda cada hoyo. El Algispray le abre el paso al Off para los mosquitos. ¿Hinchas? ¿Barras? De ninguna manera. A lo sumo, algún caddie ingenuamente bravucón que, a la pasada, corta el silencio de este territorio en el que abunda el verde césped para decir "aguante River" o "aguante Boca" según de donde provenga la simpatía.

Estamos en el Argentino Golf Club, en Del Viso. Y se juega, organizado por Olimpo Buenos Aires e In Sports Marketing, un "desafío" Boca-River en el deporte que domina Tiger Woods. En total, con chombas azules o amarillas (los que representan a Boca) y rojas o blancas (los de River), participan 60 jugadores. De los Xeneizes —qué curioso resulta decir "Xeneizes" en un lugar en el que se multiplican los hombres de negocios encajados en pantalones pinzados—, los que más se destacan son el Mosquito Cascini (cuidado con el Off) y el Chelo Delgado. Por el lado de River, a falta del Beto Alonso o de Francescoli, los que hacen su aporte son un Puma y un ex, Nicolás Fernández Miranda, que viene de conseguir el bronce en el Mundial de Francia, y Patricio Noriega.

Zapatos de Marrone, con unos zoquetes que dejan ver un escudo de Boca y otro de Racing tatuados sobre los tobillos, el Chelo juega al golf como aficionado desde hace algunos años y tiene 25 de handicap: a puro tres dedos, en este caso de las manos, el ex delantero de Boca no está en condiciones de hacer hoyo en uno pero tampoco la cuelga en los pinos.

Cascini, con más oficio que el Chelo, tiene 6 de handicap y, para medir cada tiro sobre el green, se agacha como los que saben: la mirada fija en el hoyo, la mano derecha aferrada al palo en busca de equilibrio, el guante colgando por el bolsillo trasero de su pantalón. En el hoyo dos, Cascini aconseja al Chelo: "Pegale suave". El Chelo emboca. "Bien". Ahora le toca a Cascini, que escupe como Riquelme antes de cada tiro libre, como si de esa manera consiguiera concentrarse. "Uy. Le pegué tan fuerte que la mandé al otro hoyo", dice.

José Suárez, el caddie de Delgado, le sugiere: "Para pegar cruzá el dedo índice". Ahá. El Chelo mejora. No la tira a la laguna: la tira al búnker de arena.

Contra Cascini y Delgado juegan Luis Obarrio y Juampi De Bary, habitués del club. Y de River. Sobra la camaradería, ¿entendés? Así sucede en cada hoyo. Al final, para ver quién se queda con el Superclásico, se suman los golpes de todos los jugadores, que han sido divididos en 15 líneas de cuatro cada una. ¿Fernández Miranda y Pato Noriega? Andan por allá, en el hoyo 14 y con otros dos jugadores que representan a Boca. "Cuando era chico yo jugaba mucho al golf", contó Nicolás. "Después me dediqué al rugby".

Cascini saca la pelotita de la arena. Le pega con un guante. Y es literal. Un guante blanco. Mario Suárez, su caddie, lo elogia como si hablara del Pato Cabrera: "Me gusta su estilo para jugar al golf, se para bien. Tiene buen swing...".

La vuelta a los 18 hoyos se completa en cuatro horas. River gana 14-16. Noriega y Fernández Miranda lo festejan con sus compañeros. Muestran las medallas. Como nunca antes, la hinchada debería gritar: palo, palo bonito, palo eh.

Fuente Ole