El futuro le sonríe

El rostro de Romero es el reflejo del gran momento golfístico que atraviesa; fue felicitado por muchos escoceses Foto: AFP

No hay un único ganador en el Open. Es cierto que uno solo se queda con el honor y la Jarra Claret de plata, en este caso el irlandés Padraig Harrington, pero hay otros jugadores que se llevan recompensas valiosas por actuaciones consagratorias. Dentro de su desazón por no haber sabido manejar el enorme peso de ser el líder de un Major a pocos metros del final, Andrés Romero no se dio cuenta de lo que había generado en la tarde del domingo último en Carnoustie, y sólo cuando llegó a la casa de Dawson Road que lo alojó esta semana y no paró un minuto de recibir llamadas en su celular y mensajes de felicitaciones en su casilla de mail, empezó a comprenderlo mejor.

Sin embargo, fue por la noche, en esa recorrida por las calles de Carnoustie para compartir una salida con el grupo de tucumanos que llegaron especialmente para verlo en el Abierto Británico, cuando Pigu chocó con la realidad. Nadie hace diez birdies en la vuelta final del Open y se va de este pueblo devoto del golf pasando inadvertido. Y Romero lo vivió en carne propia. Las calles angostas del pueblo estaban semivacías, y una mujer fue la primera en reconocerlo. Escuchó un diálogo en español, miró incrédula en dirección a Pigu y empezó a gritar que no lo podía creer, que estaba frente a " Romerou ", y que quería una foto con él.

La misma cara de sorpresa se dibujaba en cada una de las personas que se cruzaban en el camino del tucumano. Una foto, una felicitación, elogios casi desmedidos y Romero que apenas atinaba a sonreír y a agradecer. Lo más fuerte lo vivió en el Public Bar, un pub colmado de personas que no habían parado de beber cerveza desde el final del torneo y que estallaron cuando Pigu decidió entrar. Todos querían su recuerdo, su foto, todos acompañaban el "Olé, Olé, Romero, Romero" que entonaban los más exaltados, encabezados por dos escoceses vestidos sólo con un kilt, o sea, la clásica pollera. El dueño del lugar sacó enseguida gorras y remeras para tenerlas de recuerdo, y después les explicó el motivo de la tardanza en cerrar a los policías que habían llegado a controlar que se respetara el horario de las 12 de la noche. "Tu juego fue increíble", era la frase más escuchada, pero también repetían algo que a Romero le debe haber quedado grabado: "Eres el verdadero campeón del Open". Para mucha gente, el ganador moral fue Pigu, porque compartió los errores con Sergio García y Harrington, pero antes les regaló una vuelta increíble, que conmovió a todos.

"Ya está, ya pasó, me voy a acordar por mucho tiempo de esta vuelta, pero no me lamento para nada. Estuve muy cerca y sé que voy a tener otras chances si sigo trabajando como hasta ahora. Siento que estos dos años que estuve en el Tour Europeo me sirvieron mucho. Tuve buenos resultados y me di cuenta de que puedo jugar con los mejores. En la vuelta final del Open compartí el juego con el N° 2 del mundo y me sentí muy cómodo. Esas cosas son importantes."

Este tipo de actuaciones cambian la rutina de un jugador. Los planes se modifican porque brotan muchas oportunidades de una figuración importante en un Major. Por lo pronto, un lugar asegurado en el PGA Championship, el último Grand Slam del año, y la chance de meterse en el Bridgestone Invitational, en Akron. Se confirmó que Pigu jugará en Hamburgo, Alemania, a partir de pasado mañana, donde intentará mejorar el cuarto puesto conseguido allí en 2006. "Es muy duro para mí tantas semanas seguidas lejos de mi casa. La verdad es que no aguanto más. Estaba al límite esta semana y me salvaron los chicos que vinieron de Tucumán, porque me hicieron divertir, me entretuvieron y eso se notó en la cancha."

Romero disfruta del reconocimiento de sus colegas. Ya lo tienen en cuenta, saben que les puede ganar, y ésa es la mejor receta para lograr respeto: "Me gusta eso. Después de terminar, Mike Weir me felicitó por la vuelta que había hecho y me dijo que lamentaba esos errores en el final. Sergio García también me felicitó, y eso que se estaba preparando para jugar el playoff".

Este desempeño no va a hacer más que acentuar lo que Pigu provoca en su provincia. La gente de Yerba Buena lo considera un ídolo. Los chicos lo siguen, lo imitan, quieren ser como él: "Es una cosa impresionante lo que pasa en Tucumán. La verdad es que me cuesta acostumbrarme a que me tengan tan en cuenta, que me sigan tanto, pero también es muy lindo. Termino saludando a gente que no conozco y por ahí me paso un tiempo largo firmando autógrafos o sacándome fotos, pero sé que eso también es parte de mis obligaciones como profesional. Obviamente que también hay gente que se me acerca ahora y que antes no me daba bolilla. Pero yo sé quiénes son mis amigos, son los mismos de siempre".

El entorno afectivo es fundamental para Romero, y le sirve como contención para amortiguar cambios tan bruscos en su vida: "Trato de estar bien con mi familia. Mis viejos me enseñaron bien lo que se debe hacer, así que por ese lado no hay problemas. Algunos amigos mayores que yo me aconsejan que no salga tanto de noche, que me cuide más, pero yo aprovecho cuando estoy en Tucumán para divertirme un rato. Cuando estoy afuera me concentro totalmente en el trabajo".

Esta notoriedad va a abrir puertas y Romero sabe que una de ellas puede ser el PGA Tour: "A todos los golfistas les gustaría jugar en los Estados Unidos. La verdad es que me encantaría estar en ese circuito porque el clima es más estable, no tan cambiante como en Europa. Por otro lado, sé que aún tengo que juntar experiencia en el Tour Europeo y después veré de meterme en el PGA Tour". Si logra una buena actuación en el PGA Championship o en alguno de los torneos a los que seguramente será invitado de aquí a fin de año, Pigu podría obtener la tarjeta del máximo circuito internacional.

La calidad rinde sus frutos y los beneficios llegan, tarde o temprano.

Por Fernando Pedersen
Enviado especial

Fuente www.lanacion.com.ar